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Olvido, verdad - Ese gran Simulacro

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Cada vez que nos dan clases de amnesia como si nunca hubieran existido los combustibles ojos del alma o los labios de la pena huérfana cada vez que nos dan clases de amnesia y nos conminan a borrar la ebriedad del sufrimiento me convenzo de que mi región no es la farándula de otros

en mi región hay calvarios de ausencia muñones de porvenir/arrabales de duelo pero también candores de mosqueta pianos que arrancan lágrimas cadáveres que miran aún desde sus huertos nostalgias inmóviles en un pozo de otoño sentimientos insoportablemente actuales que se niegan a morir allá en lo oscuro

el olvido está tan lleno de memoria que a veces no caben las remembranzas y hay que tirar rencores por la borda

en el fondo el olvido es un gran simulacro nadie sabe ni puede/ aunque quiera/ olvidar un gran simulacro repleto de fantasmas esos romeros que peregrinaran por el olvido como si fuese El Camino de Santiago

el día o la noche en que el olvido estalle salte en pedazos o crepite/ los recuerdos atroces y los de maravilla quebrará los barrotes de fuego arrastrarán por fin la verdad por el mundo y esa verdad será que no hay olvido.

Ese gran simulacro
Mario Benedetti

Conflictos... Crisis...

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"Cerrar los ojos … no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oidos no va a hacer que el tiempo se detenga".

Haruki Murakami Kafka en La Orilla







Discurso final de la película "El gran dictador", de Charlie Chaplin, 1940

 

 

 

 

 

"Lo siento. Pero... yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio,sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; losseres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar nidespreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. Elcamino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantadobarreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado anosotros mismos.

 

El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hechocínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más queinteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana,exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros. Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo elmundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres yencarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más quela pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano. El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se lequitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá. Soldados: No os entreguéis a ésos que en realidad os desprecian, osesclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir. Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado ycomo carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones demáquina. Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres.Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que nos aman y losinhumanos. Soldados: No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En elcapítulo 17 de San Lucas se lee: "El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos loshombres..."

 

Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder dehacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura. En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuandotodos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventudun futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron;nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo.Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barrerasnacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todosa la felicidad. Soldados: En nombre de la democracia, debemos unirnos todos."

 

 

 

CHARLES CHAPLIN, LA MÁQUINA DE COMER. TIEMPOS MODERNOS

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Se come con la boca, con los ojos, con la mirada, hasta las orejas, por los codos… La máquina de comer, el sujeto, la boca, lo oral en juego. La producción…

 

Primera parte de la película: La Maquina de comer

 

 

 

https://youtu.be/b6mrvKTopY8

 

 

Tiempos Modernos- (1936)

Escrito y dirigido, por Charles Chaplin, que fue también el actor principal.Tiempos modernos es una mezcla entre el cine mudo y el sonoro

Ficha técnica

Dirección Charles Chaplin

Producción Charles Chaplin

Guion Charles Chaplin

Música Charles Chaplin

Fotografía Rollie Totheroh

Ira Morgan

Montaje Williard Nico

Protagonistas Charles Chaplin

Paulette Goddard

Henry Bergman

Chester Conklin

Lloyd Ingraham

 

Freud: “Por favor, nunca, quiero decir nunca, en ningún momento, en ninguna circunstancia emprenda mi defensa, si alguna vez oye opiniones ofensivas contra mí o contra mi obra” … “Ante la menor percepción de que usted se dispone a ofrecer a ofrecer un argumento en defensa mía, la ira o la frustración del agresor se tornarán más profundas” Texto: “Freud y su oportuno pesimismo” de Lucía Blanco – Dispar 9 Cita “Tributo a Freud” 1979

 

 

Hilda Doolittle Hilda Doolittle trabajó con Freud durante los años 1933 y 1934 en el número 19 de la Berggasse en el marco de su análisis

 

Salvador Dalí y el psicoanálisis

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Vídeo basado en la serie “Documental Dalí”

 

Remedios Varo - Mujer saliendo del psicoanalista

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María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga (Anglès (Gerona), 16 de diciembre de 1908 -Ciudad de México, 8 de octubre de 1963) conocida como Remedios Varo, fue una pintora surrealista española naturalizada mexicana. Murió a los 54 años. Mujer saliendo del psicoanalista 1960 Óleo sobre tela 71 x 41 cm

 

 

 

https://youtu.be/zAsDIzNmxi4

En la cesta lleva un reloj, una llave y un frasco de esencias

 

 

 

 

 

Remedios Varo

 

¿En qué piensa usted que el surrealismo ha contribuido al arte en general?

 

-En la misma medida en que el psicoanálisis ha contribuido a explorar el subconsciente.

 

Cuando comienza un cuadro, ¿Ya ha decidido usted qué forma va a tomar o es un proceso espontáneo en el que el tema se desarrolla automáticamente? -Sí, lo visualizo antes de comenzar a pintar y trato de ajustarlo a la imagen que me he formado.

 

¿Hay algo en el ambiente mexicano que tiende a estimular esta forma particular de arte? -Creo que pintaría de la misma forma en cualquier lugar del mundo, puesto que proviene de una manera particular de sentir.

 

https://youtu.be/UryikOphQe8

Cambios culturales - "Los ideales"

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"En lo que se refiere a las restricciones que sólo afectan a determinadas clases sociales, lasituación se nos muestra claramente y no ha sido nunca un secreto para nadie. Es de suponer queestas clases postergadas envidiarán a las favorecidas sus privilegios y harán todo lo posible porlibertarse del incremento especial de privación que sobre ellas pesa. Donde no lo consigan,surgirá en la civilización correspondiente un descontento duradero que podrá conducir apeligrosas rebeliones. Pero cuando una civilización no ha logrado evitar que la satisfacción de uncierto número de sus partícipes tenga como premisa la opresión de otros, de la mayoría quizá -yasí sucede en todas las civilizaciones actuales-, es comprensible que los oprimidos desarrollenuna intensa hostilidad contra la civilización que ellos mismos sostienen con su trabajo, pero decuyos bienes no participan sino muy poco. En este caso no puede esperarse por parte de losoprimidos una asimilación de las prohibiciones culturales, pues, por el contrario, se negarán areconocerlas, tenderán a destruir la civilización misma y eventualmente a suprimir sus premisas.La hostilidad de estas clases sociales contra la civilización es tan patente que ha monopolizado laatención de los observadores, impidiéndoles ver la que latentemente abrigan también las otrascapas sociales más favorecidas. No hace falta decir que una cultura que deja insatisfecho a unnúcleo tan considerable de sus partícipes y los incita a la rebelión no puede durar mucho tiempo,ni tampoco lo merece. El grado de asimilación de los preceptos culturales -o dicho de un modo popular y nadapsicológico: el nivel moral de los partícipes de una civilización- no es el único patrimonioespiritual que ha de tenerse en cuenta para valorar la civilización de que se trate. Ha de atendersetambién a su acervo de ideales y a su producción artística; esto es, a las satisfacciones extraídasde estas dos fuentes.Nos inclinaremos demasiado fácilmente a incluir entre los bienes espirituales de una civilizaciónsus ideales; esto es, las valoraciones que determinan en ella cuáles son los rendimientos máselevados a los que deberá aspirarse.

Al principio parece que estos ideales son los que han determinado y determinan los rendimientosde la civilización correspondiente, pero no tardamos en advertir que, en realidad, sucede todo locontrario; los ideales quedan forjados como una secuela de los primeros rendimientos obtenidospor la acción conjunta de las dotes intrínsecas de una civilización y las circunstancias externas, yestos primeros rendimientos son retenidos ya por el ideal para ser continuados. Así, pues, lasatisfacción que el ideal procura a los partícipes de una civilización es de naturaleza narcisista yreposa en el orgullo del rendimiento obtenido. Para ser completa precisa de la comparación conotras civilizaciones que han tendido hacia resultados distintos y han desarrollado idealesdiferentes. De este modo, los ideales culturales se convierten en motivo de discordia y hostilidadentre los distintos sectores civilizados, como se hace patente entre las naciones.

La satisfacción narcisista, extraída del ideal cultural, es uno de tos poderes que con mayor éxitoactúan en contra de la hostilidad adversa a la civilización, dentro de cada sector civilizado. Nosólo las clases favorecidas que gozan de los beneficios de la civilización correspondiente sinotambién las oprimidas participan de tal satisfacción, en cuanto el derecho a despreciar a los queno pertenecen a su civilización les compensa de las imitaciones que la misma se impone a ellos.Cayo es un mísero plebeyo agobiado por los tributos y las prestaciones personales, pero estambién un romano, y participa como tal en la magna empresa de dominar a otras naciones eimponerles leyes. Esta identificación de los oprimidos con la clase que los oprime y los explotano es, sin embargo, más que un fragmento de una más amplia totalidad, pues, además, losoprimidos pueden sentirse efectivamente ligados a los opresores y, a pesar de su hostilidad, ver ensus amos su ideal. Si no existieran estas relaciones, satisfactorias en el fondo, seríaincomprensible que ciertas civilizaciones se hayan conservado tanto tiempo, a pesar de lajustificada hostilidad de grandes masas de hombres."

Freud - Porvenir de una ilusión - 1927

1926 Esta entrevista fue concedida al periodista George Sylvester Viereck en 1926 en la casa de Sigmund Freud en los Alpes suizos. Se creía perdida pero en realidad se encontró que había sido publicada en el volumen de "Psychoanalysis and the Fut", en New York en 1957. Fue traducida del inglés al portugués por Paulo César Souza y al castellano por Miguel Ángel Arce.

 

 

 

 

S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad.

 

Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma. El escenario de nuestra conversación fue en su casa de verano en Semmering, una montaña de los Alpes austríacos. Yo había visto el país del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de la capital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez de sabio. Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él.

 

S. Freud: Detesto mi maxilar mecánico, porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean gentiles con nosotros, tornándonos la vida más desagradable a medida que envejecemos. Por fin, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos.

 

(Freud se rehusa a admitir que el destino le reserva algo especial).

 

S. Freud: ¿Por qué (dice calmamente) debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas -en compañía de mi mujer, mis hijos- el calor del sol. Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?

 

George Sylvester Viereck: El señor tiene una fama. Su obra prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por causa de este señor. Recientemente, en el septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.

 

S. Freud: Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mí o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.

 

George Sylvester Viereck: ¿No significa nada el hecho de que su nombre va a perdurar?

 

S. Freud: Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra prácticamente liquidó mis posesiones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna.

 

(Estabamos subiendo y descendiendo una pequeña elevación de tierra en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbusto que florecía).

 

S. Freud: Estoy mucho más interesado en este capullo de lo que me pueda acontecer después de estar muerto.

 

George Sylvester Viereck: ¿Entonces, el señor es, al final, un profundo pesimista?

 

S. Freud: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosófica complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.

 

George Sylvester Viereck: ¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?

 

S. Freud: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción?

 

George Sylvester Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad?

 

S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria?. No habría vínculo entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.

 

George Sylvester Viereck: Bernard Shaw sustenta que vivimos muy poco. Él encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. Él cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.

 

S. Freud: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, consciente o inconscientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro nuestro. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: "Más allá del principio del placer". En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el Amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la "fiebre llamada vivir". El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia extinción.

 

George Sylvester Viereck: Esto es la filosofía de la autodestrucción. Ella justifica el auto-exterminio. Llevaría lógicamente al suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann.

 

S. Freud: La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido (añadió Freud con una sonrisa) puede ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.

 

(Estaba haciendo frío en el jardín. Continuamos la conversación en el gabinete. Vi una pila de manuscritos sobre la mesa, con la caligrafía clara de Freud).

 

George Sylvester Viereck: ¿En qué está trabajando el señor Freud?

 

S. Freud: Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al análisis ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad en el comienzo. Después procuran monopolizarla.

 

George Sylvester Viereck: ¿Usted tuvo mucho apoyo de los legos?

 

S. Freud: Algunos de mis mejores discípulos son legos.

 

George Sylvester Viereck: ¿El Señor Freud está practicando mucho psicoanálisis?

 

S. Freud: Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted puede ver ...

 

(En ese momento apareció Miss Anna Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años de facciones inconfundiblemente anglosajonas)

 

George Sylvester Viereck: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?

 

S. Freud: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él.

 

George Sylvester Viereck: Mi impresión es de que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. "Tout comprendre c'est tout pardonner".

 

S. Freud: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiendo la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera alguna corolario del conocimiento.

 

(Comprendí súbitamente por qué Freud había litigado con sus seguidores que lo habían abandonado, por qué él no perdona disentir del recto camino de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentido de lo que es recto es herencia de sus ancestros. Una herencia de la que él se enorgullece como se enorgullece de su raza).

 

S. Freud: Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización, es alemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del preconcepto antisemita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío.

 

(Quedé algo desconcertado con esta observación. Me parecía que el espíritu de Freud debería vivir en las alturas más allá de cualquier preconcepto de razas, que él debería ser inmune a cualquier rencor personal. Pero debido precisamente a su indignación, a su honesta ira, se volvía más atrayente como ser humano. ¡Aquiles sería intolerable si no fuese por su talón!)

 

George Sylvester Viereck: ¡Me pone contento, Herr Profesor, de que también el señor tenga sus complejos, de que también el señor Freud demuestre que es un mortal!.

 

S. Freud: Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.

 

George Sylvester Viereck: Imagino, observo, ¡cuáles serían mis complejos!

 

S. Freud: Un análisis serio dura más o menos un año. Puede durar igualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años de su vida a la "caza de los leones". Usted procuró siempre a las personas destacadas de su generación: Roosevelt, El Emperador, Hindenburgh, Briand, Foch, Joffre, Georg Bernard Shaw....

 

George Sylvester Viereck: Es parte de mi trabajo.

 

S. Freud: Pero también es su preferencia. El gran hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Usted también está procurando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte del complejo del padre.

 

(Negué vehementemente la afirmación de Freud. Mientras tanto, reflexionando sobre eso, me parece que puede haber una verdad, no sospechada por mí, en su sugestión casual. Puede ser lo mismo que el impulso que me llevó a él).

 

George Sylvester Viereck: Me gustaría, observé después de un momento, poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar mi corazón a través de sus ojos. ¡Tal vez, como la Medusa, yo muriese de pavor al ver mi propia imagen! Aún cuando no confío en estar muy informado sobre psicoanálisis, frecuentemente anticiparía o tentaría anticipar sus intenciones.

 

S. Freud: La inteligencia en un paciente no es un impedimento. Por el contrario, muchas veces facilita el trabajo.

 

(En este punto el maestro del psicoanálisis difiere bastante de sus seguidores, que no gustan mucho de la seguridad del paciente que tienen bajo su supervisión).

 

George Sylvester Viereck: A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto, al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.

 

S. Freud: ¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.

 

George Sylvester Viereck: ¿Por qué?

 

S. Freud: Porque son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del ego, que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más agradables son las emociones simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro (añadió Freud pensativamente), nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconscientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor.

 

George Sylvester Viereck: Mi cachorro es un doberman Pinscher llamado Ájax.

 

S. Freud: (sonriendo) Me contenta saber que no pueda leer. ¡Él sería ciertamente, el miembro menos querido de la casa, si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo!

 

George Sylvester Viereck: Aún usted, profesor, sueña la existencia compleja por demás. En tanto me parece que el señor sea en parte responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que usted inventase el psicoanálisis no sabíamos que nuestra personalidad es dominada por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve a la vida como un rompecabezas complicado.

 

S. Freud: De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su carretel. O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconsciente.

 

George Sylvester Viereck: Al menos en la superficie, pues la vida humana nunca fue más compleja. Cada día una nueva idea propuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta humana más intrigante y más contradictorio.

 

S. Freud: El psicoanálisis, por lo menos, jamás cierra la puerta a una nueva verdad.

 

George Sylvester Viereck: Algunos de sus discípulos, más ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.

 

S. Freud: La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.

 

George Sylvester Viereck: La estructura científica que usted levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos -la teoría del "desplazamiento", de la "sexualidad infantil", de los "simbolismos de los sueños", etc.- parecen permanentes.

 

S. Freud: Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los substratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes.

 

George Sylvester Viereck: ¿Usted siempre pone el énfasis sobre todo en el sexo?

 

S. Freud: Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt Whitman: "Más todo faltaría si faltase el sexo" (Yet all were lacking, if sex were lacking). Mientras tanto, ya le expliqué que ahora pongo el énfasis casi igual en aquello que está "más allá" del placer -la muerte, la negociación de la vida. ¡Este deseo explica por qué algunos hombres aman al dolor como un paso para el aniquilamiento! Explica por qué los poetas agradecen a:

 

Whatever gods there be,

That no life lives forever

And even the weariest river

Wind somewhere safe to sea.

 

"Cualesquiera dioses que existan

Que la vida ninguna viva para siempre

Que los muertos jamás se levanten

Y también el río más cansado

Desagüe tranquilo en el mar"

 

George Sylvester Viereck: Shaw, como usted, no desea vivir para siempre, pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente de interés.

 

S. Freud: (Sonriendo) Shaw no comprende al sexo. El no tiene ni la más remota concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en ninguna de sus piezas. Él hace humoradas del amor de Julio César -tal vez la mayor pasión de la historia. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, él despoja a Cleopatra de toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón para la extraña actitud de Shaw frente al amor, por su negación del móvil de todas las cosas humanas que emanan de sus piezas, el clamor universal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente a su psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su temperamento. Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie de autodefensa procura su propia importancia. Si usted raspa a un ruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice cualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de la esfera de la sexualidad, y usted encontrará ese impulso primordial al cual la propia vida debe su perpetuidad.

 

George Sylvester Viereck: Usted, sin duda, fue bien seguido al transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El psicoanálisis dio nuevas intensidades a la literatura.

 

S. Freud: También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana, y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él. En Zaratustra dice: "El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad Pura, profundamente eternidad". El psicoanálisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, su influencia en la literatura es inmensa por lo tanto. Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthak mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran medida, paralela a mi propio desarrollo. El expresa poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzle no es solo un poeta, es también un científico.

 

George Sylvester Viereck: Usted no sólo es un científico, también es un poeta. La literatura americana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvrey O'Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O'Neill y Sydney Howard tienen una gran deuda con usted. "The Silver Cord" por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo.

 

S. Freud: Yo sé y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación. Pero, tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la ocupación intensa con el psicoanálisis, tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente.

 

La Clark University me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al psicoanálisis.

 

Los americanos son jugadores inteligentes, raramente pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente también en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los médicos, pues una formación estrictamente médica es con frecuencia, un impedimento para el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas concepciones científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.

 

¡Freud tiene que decir la verdad a cualquier precio!. El no puede obligarse a sí mismo a agradar a Estados Unidos donde están la mayoría de sus seguidores. A pesar de su rudeza, Freud es la urbanidad en persona. Él oye pacientemente cada intervención, procurando nunca intimidar al entrevistador. ¡Raro es el visitante que se aleja de su presencia sin un presente, alguna señal de hospitalidad!

 

Había oscurecido. Era tiempo de tomar el tren de vuelta a la ciudad que una vez cobijara el esplendor imperial de los Habsburgos. Acompañado de su esposa y de su hija, Freud desciende los escalones que lo alejan de su refugio en la montaña a la calle para verme partir. Él me pareció cansado y triste al darme el adiós.

 

"No me haga parecer un pesimista”, dice Freud después de un apretón de manos. Yo no tengo desprecio por el mundo.

 

Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso.

 

¡No, yo no soy un pesimista, en tanto tenga a mis hijos, mi mujer y mis flores!

 

No soy infeliz, al menos no más infeliz que otros".

 

El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil me conducía rápidamente para la estación. Apenas logro ver ligeramente curvado y la cabeza grisácea de Sigmund Freud que desaparecen en la distancia...

 

1- Año1926. Publicada en New York en 1957. 2- Periodista del "Journal of Psychology".

 

 

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